martes, 11 de mayo de 2010

Ella


Y ahí estaba yo desnuda en cuerpo y alma, reclamándole cada uno de los suspiros de los que él fue responsable. No obtuve ni un gesto de amabilidad sólo besos y más besos y yo con el cuerpo hastiado de su saliva y sus mentiras. No es recomendable inmiscuirse en las telarañas mentales de una mujer inestable. Ambos nos usamos mutuamente no lo niego, pero como ya es costumbre uno sale perdiendo y esta vez, de nuevo, fui yo.

Le dije ¿qué te vas de viaje? Llévame no soporto más la ciudad y el humo de tu cigarrillo ha colmado mis ansias de arrancártelo de la boca y apagarlo en tu lengua.
Por la ventana vi pasar a un extraño que se que me ama más que tú. No sé si es la acidez de mi humedad lo que ahuyenta a mis amantes.

No tengo por qué desmenuzarme el alma por tu insensible tacto con las demás, si merodeas mi mente día y noche y logras colarte por un par de lagrimillas que vienen a afirmar lo que ya estaba dicho. Y llorar no me servirá de nada y el piano viene a ser el amante que tú nunca lograste ser, pero lo peor es que no hay amante como tú. Si ver tu foto me florece el alma y me da aliento para salir del rincón de miedos, y ver tu indiferencia me hace regresar apresurada al nido de angustia del que no debí salir jamás, porque quitaste una de las mil capas con las que me cubrí hace años. Aún así debo confesar que es exquisito escucharte decir que mueres por hacerme el amor.

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