martes, 15 de diciembre de 2009

Insistene


Insistente espera, no esperada
Una situación fuera de lugar, una situación ajena ya al corazón.
No se sabe cómo reaccionar, parece que todo se perdio
No sabemos si soltarnos los cabellos deseosos de volar
O amarrarlos para la posteridad.
Un pasado deseado, un futuro ya desecho, desilusionado.
Palabras insignificantes pero punzocortantes.
Tal ves no intencionales, pero de cualquier manera hirientes.
Más que herir el sentimiento se hirió el ego.
El ego, tan egoísta, tan vanidoso; más vanidosa yo aún.
Se cambiaron los papeles tan fugazmente, en pocos meses
Yo fui el caballero y tú la dama renuente.
La insistencia no sabemos qué tan benéfica sea,
Unas veces inspira y alienta, otras veces asfixia y limita.
El arte es lo único que sigo conservando,
A la espera de ser cautivada y conquistada, excitada.

ErnestO


Estamos en el 10º piso, el viento golpea los ojos y estos lloran, estamos tomados de la mano me ha dicho te amo, pero no me mira, no lo necesita. Suelto su mano y sólo le tomo el meñique, sonríe. Se sienta en el filo del edificio, temerosa lo acompaño, dejo caer mis zapatillas y caen en el cofre de un auto, los dos nos reímos, me quito el abrigo y también lo dejo caer, Ernesto tira sus gafas seguido de su bufanda, hemos entrado en trance, no paramos de carcajearnos. Tiene una risa tan exquisita y su voz tan grave como de gruta, eriza aún más la piel. Me encanta que sea tan alto y sus hombros anchos lo hacen ver sumamente sensual. Le he quitado la playera y él me la arrebata sólo para lanzarla al precipicio, me besa tiernamente. Me quita la blusa, pero me mira sigiloso esperando un reproche de mi parte, me encojo en hombros y decide lanzarla. Son las 6 de la tarde y en Guadalajara oscurece temprano, es diciembre y ya está helado. Permanecemos en el edificio hasta las 7, ya nuestros labios están morados y nuestros pezones no pueden estar más erectos. Ernesto decide besarme pasionalmente, en sus manos cabe mi enrojecido rostro, a pesar del frio azotador me encuentro tan cálida envuelta en sus desnudos brazo, puedo sentir su corazón latir con más rapidez. Tomamos nuestra bicicleta y seguimos el camino hasta casa. Hemos llegado llorando del frio y de la risa que nos ocasionó pedalear hasta nuestro hogar semi-desnudos. Corrimos a nuestro colchón y nos abrigamos; me levanté media hora después y preparé té, lo bebimos mientras conversamos horas y horas, nos quedamos dormidos. Fue un lindo domingo, amo a Ernesto y él me ama, somos neutros, transparentes, somos novios.